A veces cuesta un segundo, y otras veces cuesta años darse cuenta de una buena o mala amistad, de quien merece tu tiempo. A veces la gente cambia, y todo cambia en consecuencia. Quizá por la falta de contacto o por la falta de interés, o incluso por la falta de tiempo. A veces es necesario esforzarse para mantener una amistad que parece valer la pena, y cuando eso da sus frutos nos sentimos afortunados, sin embargo cuando no es así, simplemente cae en el olvido con un amargo sentimiento. A veces, incluso aunque nos esforcemos, acabamos cansándonos de ser los únicos que se interesan, y por más íntima que haya sido esa amistad en el pasado, incluso en un pasado no muy lejano, tenemos que renunciar a lo que sentimos y dejar en el aire esa amistad que ya no es suficientemente interesante para la otra persona.
No hay que esperar nunca que alguien vaya a estar toda la vida a nuestro lado, porque cuando menos lo esperes todo puede terminar. Quizá nosotros jamás habríamos terminado esa amistad, pero una amistad es cosa de dos, no de uno, y el tiempo y el interés ajeno son los que terminan decidiendo el futuro de esa relación. Algunas personas tenemos la suerte de tener a alguien en quien poder pensar de esta forma, podemos sentirnos afortunados porque amistades así hay pocas. Aún así hasta las amistades más intimas se pueden romper por mil razones, y cuando es el desinterés y la poca aplicación de la otra persona es triste, doloroso y amargo... Lo peor quizá sea cuando alguna de estas amistades se va disipando por la falta de contacto, lentamente, casi sin notarlo, sin que duela... Es una forma muy fría de marchitar lo que un día fue sincero, lo que ya no es nada... Y te deja un sentimiento de vacío indefinido.
Es muy triste cuando te das cuenta de que algo que antes era especial y todavía lo sientes y lo echas de menos, poco a poco se va marchitando, y no sabes qué hacer porque simplemente no se puede hacer nada para cambiarlo... Después de todo la amistad es cosa de dos, no de uno...